A Rapa das Bestas es una de esas fiestas que debido a su espectacularidad, desde hace unos años está teniendo un gran auge. La rapa das bestas es una actividad típica en Galicia, donde se recogen los caballos salvajes que viven en los montes cercanos para cortarles las crines y la cola, desparasitarlos y marcarlos. La de Sabucedo, que se celebra el primer fin de semana y lunes de julio, es la más famosa, pues no se usan cuerdas, palos o aparatos para reducir al animal, tan sólo la fuerza de los aloitadores, que se juegan el tipo saltando y derribando a los caballos salvajes.
Antes de empezar la rapa en sí, los caballos descansan y se tranquilizan en unos cercados próximos al pueblo, a los que llegan tras cruzar por el medio del pueblo, los puestos de pulpo a feria y las tiendas de campaña. Como en toda fiesta gallega, el comer bien es algo indispensable, por lo que durante estos días Sabucedo se llena de puestos de pulpo, churrasco y carne a la parrilla que hacen las delicias de los visitantes. El pulpo a la gallega sabe mucho mejor en estos puestos que en cualquier restaurante.
El sábado sobre las 7 de la tarde empieza la primera rapa del fin de semana en el curro, un recinto tipo anfiteatro donde se lleva a los caballos para raparlos. El curro tiene asientos para unos 2000 espectadores que quieren ver la fiesta, pero con la gran afluencia de público se llena rápidamente, por lo que es aconsejable comprar la entrada (10€ adultos, 5€ niños) lo antes posible, así como coger sitio nada más abrir las puertas.
Y llega el gran momento. Las puertas del curro se abren, y cientos de caballos salvajes gallegos entran corriendo en el curro hasta que ya no entra ni un alfiler. La primera parte de la rapa consiste en llevar a los potros en un recinto anexo, para que no sufran ningún daño debido al nerviosismo de los caballos. Para ello, los niños, ayudados por adultos, los cogen por las orejas y los separan del resto de la manada.
Después, es el turno de los aloitadores, los encargados de saltar sobre los caballos y reducirlos usando tan solo la fuerza de sus brazos, aplicando técnicas con siglos de antigüedad. Un aloitador salta sobre el caballo para taparle los ojos y así desorientarlo, otro lo coge por el cuello para pararlo, y un tercero lo agarra por el rabo para intentar desestabilizarlo. El jinete tiene que bajar del caballo deslizándose alrededor de su cuello, y una vez inmovilizada a la bestia de pie o tumbada, según la fuerza del animal, se le corta la crin, la cola y se le administra antibiótico.
Así, hasta llegar a rapar más de 600 caballos durante los 3 días de fiesta, en un espectáculo que conjuga fuerza, maña y mucho valor. Los caballos son salvajes y no están acostumbrados a estar encerrados, por lo que dentro del curro hay muchas peleas entre los machos y con los aloitadores que intentan subirse encima de ellos. Aunque la fiesta parezca muy salvaje, los organizadores aseguran que el animal no sufre ningún daño, más allá del estrés de estar todos agrupados, pero que se compensa con la mejor higiene con la que vuelven a su hogar en en monte.
De los aloitadores no se puede decir lo mismo, pues es fácil que alguno se rompa un brazo, sufra contusiones y pase dolorido varios días, pero la recompensa del trabajo bien hecho y el haberse enfrentado con estas bestas es pago suficiente para repetir la hazaña año tras año.