jueves, 19 de noviembre de 2015

ARTESANO Y GREMIOS

Antes, en las aldeas todas las familias trabajaban las tierras del feudo, criaban animales, y además se fabricaban todo aquello que necesitaban, como podían ser zapatos, vestidos, utensilios de cocina, o herramientas para el trabajo. Es decir, todos hacían de todo, los hombres araban el campo, pastoreaban ganado, elaboraban herramientas, y las mujeres daban de comer a los animales, se encargaban de las tareas domésticas, producían la ropa, el calzado. Naturalmente esto iba ligado a la idea de autosuficiencia en la que uno producía para sí mismo, para el consumo propio.
A partir del siglo XI, con el aumento de la producción agrícola, el crecimiento de la población y el renacer de las ciudades, el trabajo quedó dividido en dos sectores. En primer lugar, la población que permaneció en el campo conservó la forma de vida feudal y las tareas agrarias. Los que se quedaron sin tierras ni espacio en el campo, migraron a las ciudades y desarrollaron el comercio y la artesanía como alternativa a la agricultura y ganadería.
La vida urbana fomentó mucho el trabajo artesanal, y en seguida surgió una nueva forma de entender el trabajo. El oficio de artesano pasó de ser algo individual a un trabajo en equipo. Nacieron los gremios, asociaciones de artesanos de un mismo oficio que se comprometían a seguir unas normas comunes a todos ellos. Los gremios favorecían la cooperación y la ayuda entre artesanos, y la transmisión y enseñanza del oficio a nuevos aprendices artesanos.
Los gremios establecían los precios de los productos, la cantidad máxima producible, y las horas y días de trabajo. Con esto se quería evitar la competencia entre los artesanos del gremio, pues consiguiendo que todos vendiesen al mismo precio y que no elaborasen mayor cantidad de productos, evitaban trifulcas en los mercados y ferias y conseguían que no existiesen grandes diferencias económicas entre los artesanos del gremio. Además, el gremio proporcionaba las materias primas a cada taller, era el encargado de dar permiso para abrir nuevos talleres, y de pasar el control de calidad a los productos elaborados en cada taller.
Dentro del gremio, los artesanos hacían una especie de cursus honorum, similar a aquel que llevaban a cabo los magistrados romanos para subir peldaños dentro de la administración de Roma. Debían comenzar desde abajo, como aprendices. Estos solían ser niños, y firmaban un contrato con el maestro artesano dueño del taller por el cual trabajarían a cambio de alimento, alojamiento y la enseñanza del oficio. Tras varios años de aprendizaje del oficio, el aprendiz estaba preparado para subir a rango de oficial. Entonces se examinaba, y en caso de pasar dicha prueba, se convertiría en oficial. Los oficiales trabajaban a cambio de un sueldo de artesano, normalmente tenían su propia familia y vivienda, pero no podían abrir su propio taller hasta convertirse en maestros artesanos. Pero tenían que ganarse tal honor, tenían que demostrar su maestría elaborando una pieza digna, una obra maestra. Entonces, si el gremio lo aprobaba como tal, el oficial pasaba a ser maestro, y podía abrir su propio taller, comprar sus propias herramientas, tener sus propios empleados, y vender productos con su firma.
El taller de un artesano, era casa, taller y tienda a la vez. Allí vivían el maestro, los aprendices, y en muchas ocasiones los oficiales. En la planta baja estaba la tienda y el taller, y todos los talleres del mismo oficio solían estar en la misma calle.
Vivienda de un artesano medieval con su taller y su tienda