jueves, 19 de noviembre de 2015

MERCADOS, FERIAS Y RUTAS COMERCIALES

Antes del siglo XI, el comercio era escaso, muy poco importante y de distancias cortas. Hacia el siglo XI, el comercio se recuperó porque la producción agrícola y el dinero disponible aumentaron. El dinero aumentó gracias a que se descubrieron minas de oro en el centro de Europa, y también gracias el oro que llegaba de África. Ahora, los caminos eran más seguros, entonces se recuperaron las rutas comerciales terrestres.
Las ciudades solían tener un pequeño mercado semanal en el que se intercambiaban los productos del campo y los artesanales. También había una feria una vez al año. Estas eran grandes mercados que duraban una o dos semanas, a los que acudían personas de muchas partes de Europa. Muchas de las ferias eran organizadas por los reyes, quienes garantizaban seguridad en los caminos y en la propia feria a cambio de que los mercaderes pagasen un impuesto especial.
Además de las ferias solía haber una lonja en cada ciudad. Esto era un edificio pensado para los negocios. También aparecieron nuevas técnicas y estrategias. Una de ellas era la del oficio de los cambistas, que eran personas que cambiaban las monedas de los distintos reinos. También aparecieron las letras de cambio, que eran pagarés, cheques que te permitían no llevar siempre dinero encima y así si te atracaban no te robaban nada. Al mismo tiempo surgieron las casas comerciales que eran asociaciones mercantiles que se dedicaban al comercio internacional.
Con el tiempo, el comercio marítimo adquirió más importancia que el terrestre. Las dos rutas comerciales por mar más importantes hacia los siglos XIII y XV eran:
– Ruta del Mediterráneo. Era una ruta muy larga que unía el mundo cristiano con el mundo musulmán. Las cruzadas permitieron la entrada de barcos comerciantes a Tierra Santa y a oriente. Los protagonistas cristianos de esta ruta eran las ciudades de Venecia, Génova, Pisa, Marsella y Barcelona. Los productos que más se compraban a los musulmanes y a los bizantinos eran tejidos lujosos, perfumes y especias, y lo que más se vendía eran tejidos de lana, alimentos, armas y herramientas.
– Ruta de la Hansa. Esta ruta cruzaba el mar Báltico, el mar del Norte y el Atlántico. Se llamaba así porque estaba controlada por la Hansa, una asociación de ciudades nórdicas que se encargaba de controlar el comercio fluvial, el marítimo y el terrestre de esa zona. Se comerciaba con lana de Castilla y de Inglaterra, con vino francés y con hierro, pieles, trigo y madera traídos del Báltico.
Gracias a estas rutas aparecieron dos grandes centros económicos que eran el Norte de Italia (Milán, Génova, Venecia, Pisa y Florencia) y Flandes (Brujas, Gante, Ipres y Amberes). Estos dos centros se convirtieron en ciudades muy importantes políticamente y culturalmente, porque eran puntos de intercambio de culturas, ideas, conocimientos, arte etc. En estas zonas surgió una nueva forma de vida, la burguesía.
Rutas comerciales europeas hacia el siglo XIII

ARTESANO Y GREMIOS

Antes, en las aldeas todas las familias trabajaban las tierras del feudo, criaban animales, y además se fabricaban todo aquello que necesitaban, como podían ser zapatos, vestidos, utensilios de cocina, o herramientas para el trabajo. Es decir, todos hacían de todo, los hombres araban el campo, pastoreaban ganado, elaboraban herramientas, y las mujeres daban de comer a los animales, se encargaban de las tareas domésticas, producían la ropa, el calzado. Naturalmente esto iba ligado a la idea de autosuficiencia en la que uno producía para sí mismo, para el consumo propio.
A partir del siglo XI, con el aumento de la producción agrícola, el crecimiento de la población y el renacer de las ciudades, el trabajo quedó dividido en dos sectores. En primer lugar, la población que permaneció en el campo conservó la forma de vida feudal y las tareas agrarias. Los que se quedaron sin tierras ni espacio en el campo, migraron a las ciudades y desarrollaron el comercio y la artesanía como alternativa a la agricultura y ganadería.
La vida urbana fomentó mucho el trabajo artesanal, y en seguida surgió una nueva forma de entender el trabajo. El oficio de artesano pasó de ser algo individual a un trabajo en equipo. Nacieron los gremios, asociaciones de artesanos de un mismo oficio que se comprometían a seguir unas normas comunes a todos ellos. Los gremios favorecían la cooperación y la ayuda entre artesanos, y la transmisión y enseñanza del oficio a nuevos aprendices artesanos.
Los gremios establecían los precios de los productos, la cantidad máxima producible, y las horas y días de trabajo. Con esto se quería evitar la competencia entre los artesanos del gremio, pues consiguiendo que todos vendiesen al mismo precio y que no elaborasen mayor cantidad de productos, evitaban trifulcas en los mercados y ferias y conseguían que no existiesen grandes diferencias económicas entre los artesanos del gremio. Además, el gremio proporcionaba las materias primas a cada taller, era el encargado de dar permiso para abrir nuevos talleres, y de pasar el control de calidad a los productos elaborados en cada taller.
Dentro del gremio, los artesanos hacían una especie de cursus honorum, similar a aquel que llevaban a cabo los magistrados romanos para subir peldaños dentro de la administración de Roma. Debían comenzar desde abajo, como aprendices. Estos solían ser niños, y firmaban un contrato con el maestro artesano dueño del taller por el cual trabajarían a cambio de alimento, alojamiento y la enseñanza del oficio. Tras varios años de aprendizaje del oficio, el aprendiz estaba preparado para subir a rango de oficial. Entonces se examinaba, y en caso de pasar dicha prueba, se convertiría en oficial. Los oficiales trabajaban a cambio de un sueldo de artesano, normalmente tenían su propia familia y vivienda, pero no podían abrir su propio taller hasta convertirse en maestros artesanos. Pero tenían que ganarse tal honor, tenían que demostrar su maestría elaborando una pieza digna, una obra maestra. Entonces, si el gremio lo aprobaba como tal, el oficial pasaba a ser maestro, y podía abrir su propio taller, comprar sus propias herramientas, tener sus propios empleados, y vender productos con su firma.
El taller de un artesano, era casa, taller y tienda a la vez. Allí vivían el maestro, los aprendices, y en muchas ocasiones los oficiales. En la planta baja estaba la tienda y el taller, y todos los talleres del mismo oficio solían estar en la misma calle.
Vivienda de un artesano medieval con su taller y su tienda

CAMBIOS EN LA AGRICULTURA

En los siglos XI y XII se difundieron nuevas técnicas y herramientas dentro del campo agrícola que aumentaron y rentabilizaron la producción en gran medida:
– El arado de vertedera o normando. La cuchilla que araba la tierra era de hierro y era desigual, por lo que penetraba mejor. Este nuevo arado también incluía la collera y las herraduras de clavos. Con estas novedades se pudieron usar caballos para arar, ya que eran más rápidos y resistentes que los bueyes. También se le añadieron ruedas, y así el agricultor no tenía que llevar el peso del arado.
Un arado de vertedera medieval
– La rotación trienal. Consistía en dividir la tierra en tres parcelas distintas, que cada año estarían dedicadas a algo diferente, según un sistema de rotación. El primer año, había en una parcela trigo (o cualquier tipo de cultivo), en la segunda legumbres, y la tercera se dejaba en barbecho, para que la tierra reposase y recuperase nutrientes. Al año siguiente, la primera parcela se dejaría en barbecho, la segunda albergaría trigo, y la tercera legumbres; y al año siguiente, la primera tendría legumbres, la segunda barbecho y la tercera trigo. Así se conseguía una mayor rentabilidad de la tierra, pero fueron necesarias la selección de semillas, y una mayor cantidad de abono.
Modelo del funcionamiento de la rotación trienal
– El molino de agua. Previamente se conocía sólo el molino de viento, y aunque aparentemente sean igualmente útiles, el molino de agua supone un avance respecto al anterior. Un molino de viento está sujeto a la situación meteorológica, es muy sencillo si no corre el viento, las aspas no se mueven. Además, por aquel entonces Europa era una extensión muy frondosa y estaba plagada de bosques. De este modo, eran pocos los lugares en los que el viento soplaba con fuerza. El molino de agua fue una revolución por esto, porque si bien éste también está sujeto a una fuerza de la naturaleza, el agua y los ríos son abundantes por todo Europa, y como bien hemos visto, ya desde las primeras civilizaciones surgidas hacia el 3.000 A.C., el ser humano tiende a asentarse y crear núcleos urbanos a orillas de ríos, en zonas fértiles. Con esto quiero decir que la mayoría de las aldeas y pueblos medievales contaban con su propio río, donde podían construir magníficos molinos de agua.
Jornaleros trabajando en un molino de agua de la época
Además de estas innovaciones técnicas, hubo una mejora del clima, creándose unas condiciones propicias para los cultivos, de modo que la agricultura comenzó a rentar más y la producción aumentó.
Al aumentar la producción alimenticia, se rompieron los esquemas de autosuficiencia del feudalismo, pues en las casas comenzaron a sobrar alimentos, y dichos excedentes podían ser intercambiados o destinados a la venta en los mercados, las ferias o incluso en las resurgentes ciudades. ¡Estaba renaciendo el comercio! La abundancia de alimentos fomentó el comercio, práctica que se había perdido debido a la ruralización de la población tras la caída del Imperio Romano y la llegada de los invasores nórdicos. Las ciudades crecieron, y se convirtieron en grandes centros de intercambio de productos tanto agrícolas como artesanales.

martes, 6 de octubre de 2015

LAS SILLAS DEL TRIBUNAL DE LAS AGUAS

Estarán visibles en la Casa Vestuario, salvo en la sesión del jueves en la Puerta de los Apóstoles

Lo que se anunciaba como una exposición permanente sobre la centenaria institución del Tribunal de las Aguas ha quedado en la mera ubicación de las butacas que utilizan los síndicos-jurados en un espacio visitable diariamente. No hay fotos, ni paneles ni documentos. Solo un vídeo explicativo de 10 minutos que se proyecta en la pared.
Junto al gancho del alguacil y la verja semicircular que separa las sillas del público cuando los jueves se reúne el Tribunal a la Puerta de los Apóstoles de la catedral, este mobiliario podrá ser visitado diariamente en la Casa Vestuario de la Plaza de la Virgen, situada justo enfrente de donde tradicionalmente comparecen los síndicos. Cada jueves, las sillas volverán a las 12 del mediodía a la catedralicia puerta, para la tradicional escenificación pública de las deliberaciones del jurado sobre las reclamaciones o litigios que les plantean los regantes valencianos.
"Nos va a hacer más visibles", ha subrayado el presidente del Tribunal, Ángel Aguilar. Tras la inauguración de la exposición, la Consejería de Cultura y el Tribunal de las Aguas han suscrito un convenio por el cual las acequias pertenecientes a la Vega de Valencia cederán al Arxiu del Regne todos sus documentos anteriores a 1900 para su restauración, digitalización y posterior difusión.
El acuerdo ha sido firmado este jueves por la consejera María José Català, y el presidente del Tribunal de las Aguas, Enrique Aguilar, como parte de los actos de celebración del quinto aniversario de la declaración de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad otorgada por la Unesco a la institución. Puesto que la documentación está en manos de cada acequia, tras este acuerdo marco se firmará un convenio con todas ellas.
página web del Tribunal de las Aguas
 

miércoles, 1 de julio de 2015

APRENDER A HACER SOCARRATS

El socarrat es una pieza plana de barro cocido tipo baldosa gruesa. Generalmente está esmaltada en blanco y compuesta por tonalidades rojizas y negras. En otras poblaciones o comunidades autónomas se conocen “els socarrats” con otros nombres como rajola, atovó, cairó o maó. Todos ellos tienen un origen medieval, la palabra en si “socarrat” se remonta a 1604, pues el primer registro de uso se le atribuye al Obispo de Segorbe. Este arte se ha convertido en emblema de dos pueblos valencianos muy importantes como son Paterna y Xàtiva. Se empleaban para cubrir los entrevigados de techos y balcones como una solución más económica a los artesonados de madera. Con el tiempo pasaron del techo al suelo, y se utilizaban motivos más sencillos para zonas destacadas de las viviendas como la entrada. Motivos Hay cuatro tipos de simbolismos en los socarrats. Iconografía religiosa, mágica, social y heráldica. •Religiosos: referentes a pasajes bíblicos, o iconos pertenecientes a las Escrituras o Leyendas Sagradas. •Mágica: esta simbología recoge desde barcos, torres, castillos, manos de Fátima o un personaje típico valenciano, el butoni que es una figura que amenazaba con llevarse a todos los niños que no se acaban la comida, lloran o no se duermen. •Social: en este grupo se aúnan todos los socarrats en los que aparecen imágenes de la vida cotidiana como oficios, escenas cortesanas y elementos satíricos. •Heráldica: posterior a las tres corrientes anteriores, estos barros son de creación más reciente como elemento decorativo para proclamas de carácter público.